«Estamos moldeando a Jesús a nuestra imagen. Comienza a parecerse mucho a nosotros porque ese Jesús es con el que nos sentimos más cómodos. Y el peligro es que cuando nos reunimos en nuestros templos para cantar y levantar las manos en adoración, es probable que no estemos adorando al Jesús de la Biblia. En cambio, podemos estar adorándonos a nosotros mismos».
-David Platt-