Viendo a una mujer que lloraba, un creyente le preguntó si podía ayudarle en algo.
– «Oh», respondió ella: «sólo es que estoy cansada y aburrida. Mi marido trabaja mucho, pero no gana tanto como yo quiero. Por eso, empecé a trabajar. Madrugo mucho, preparo el desayuno de nuestros cuatro pequeños, preparo sus comidas y cojo el autobús para ir al trabajo. Entonces vuelvo a casa donde me encuentro con más trabajo, una pocas horas de sueño, y vuelta a empezar, un nuevo día igual que el anterior. Creo que lo que me ocurre es que simplemente estoy asqueada de esta rutina interminable».
Fue H. L. Mencken quien dijo: «La realidad básica de la experiencia humana no es que sea una tragedia, sino que es un aburrimiento. No es que sea predominantemente doloroso, sino que carece de sentido».
Cuanta razón tiene William MacDonald cuando dice: «Necesitamos trabajar para ganar dinero, necesitamos dinero para alimentarnos, nos alimentamos para mantenernos fuertes, necesitamos ser fuertes para poder trabajar, necesitamos trabajar para ganar dinero, necesitamos dinero para alimentarnos y así, ad infinitum».
Teniendo esto es mente es fácil entender al sabio Salomón cuando dice:
«Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?» Eclesiastés 1:3