Robert Falconer narra la historia de su testimonio entre gente desposeída en una ciudad, en especial cuando les leyó en cierta ocasión la historia de la mujer que limpió los pies de Jesús con sus lágrimas.
Mientras leía escuchó que alguien sollozaba y se fijó en una niña flaca y cuyo rostro había quedado desfigurado por la viruela. Tras decirle algunas palabras de ánimo ella dijo:
– ¿Él va a regresar algún día, el hombre que perdonó a la mujer? He escuchado que volverá, ¿va a ser pronto?
– El podría llegar en cualquier momento, pero ¿por qué lo preguntas? contestó Falconer.
Después de llorar otra vez descontrolada, ella dijo:
– Oiga señor, ¿no será que Él puede esperar un poco más? Es que mi pelo todavía no es lo bastante largo para limpiar y secar sus pies.
La persona que ve la grandeza de su propio perdón gracias al amor de Dios, también perdonará siempre en amor. Perdona en amor porque su Padre celestial le ha perdonado en amor y su deseo es ser un imitador de su Padre.