Una vez iba un hombre en su auto por una larga y muy solitaria carretera cuando de pronto su auto comenzó a detenerse hasta quedar estático. El hombre bajó, lo revisó, trató de averiguar qué era lo que tenía.
Pensaba que pronto podría encontrar el desperfecto que tenía su auto pues hacía muchos años que lo conducía; sin embargo, después de mucho rato se dio cuenta de que no encontraba la falla del motor.
En ese momento apareció otro auto, del cual bajó un señor a ofrecerle ayuda.
El dueño del primer auto dijo:
-Mira este es mi auto de toda la vida, lo conozco como la palma de mi mano. No creo que tú sin ser el dueño puedas o sepas hacer algo.
El otro hombre insistió con una cierta sonrisa, hasta que finalmente el primer hombre dijo:
-Está bien, haz el intento, pero no creo que puedas, pues este es mi auto.
El segundo hombre echó manos a la obra y en pocos minutos encontró el daño que tenía el auto y lo pudo arrancar.
El primer hombre quedó atónito y preguntó:
-¿Cómo pudiste arreglar el fallo si es MI auto?
El segundo hombre contestó:
-Verás, mi nombre es Felix Wankel… Yo inventé el motor rotativo que usa tu auto.
Cuántas veces decimos: Esta es MI vida; Este es MI destino, esta es MI casa… no se metan conmigo que yó sé como conducirme, rechazamos muchas veces la ayuda que viene de parte de Dios.
Jesús dijo: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.» Apocalipsis 3: 20