Una noche fuí a oír hablar a.cerca de la consagración. No recibí ningún mensaje especial, pero cuando el orador se arrodilló, pronunció la siguiente frase: «¡Oh! ¡Señor! Tú sabes que podemos confiar en Aquél que murió por nosotros.» Este fué mi mensaje. Me levanté, y por la calle caminé para ir a tomar el tren. A medida que caminaba, pensé detenidamente sobre lo que la consagración podía significar para mi vida, y me dió miedo. Entonces, por encima del ruido y el resonar del tráfico de la calle, llegó a mí este mensaje: «Puedes confiar en Aquél que murió por tí.»
Me subí en el tren para ir a casa, y durante el trayecto pensé en los cambios, sacrificios y disgustos que la consagración me podía traer consigo y me dió miedo.
Llegué a casa y me metí en mi habitación, y arrodillándome pensé sobre el pasado de mi vida. Había sido un Cristiano, un miembro activo de la iglesia, un Superintendente de la Escuela Dominical, pero nunca había entregado definitivamente mi vida a Dios.
Sin embargo, cuando pensé de los planes tan queridos que tenía que echar por tierra, de las esperanzas tan acariciadas que tenía que abandonar, de la profesión elegida que pudiera ser que tendría que dejar-Me dió miedo.
No veía que Dios tenía cosas mejores guardadas para mí, así que mi alma se encogió; pero entonces por última vez, vino a lo más íntimo de mi corazón ~on un ímpetu veloz de poder convencedor, aquel mensaje escudriñador:
«Hijo mío, tú puedes confiar en aquel que murió por tí. Si no puedes confiar en El, ¿en quién puedes confiar?»
Esto terminó casi todas mis preocupaciones, porque en un abrir y cerrar de ojos, pude ver que Aquél que me amó de tal manera que dió su vida por mí, podía ser absolutamente confiado con todo lo concerniente a la vida que El había salvado.
Querido amigo, tú puedes confiar en Aquél que murió por tí. Tú puedes confiar en que El frustará sólo aquellos planes que pudieran perjudicarte, y te ayudará a que realices aquellos que sean para la gloria de Dios y tu bien más elevado. Tú puedes confiar que El te guiará por la senda que sea mejor para tí en este mundo.-J. H. McC.