Un misionero en Africa iba de camino a un pueblo cuando llegó a un estrecho y turbulento río que había sufrido una crecida. Todos los puentes habían sido arrastrados por las aguas. Necesitando desesperadamente pasar al otro lado, se puso de rodillas y le pidió a Dios que le abriese un camino. Justo entonces oyó un estruendo. Un enorme árbol, con las raíces minadas por las aguas embravecidas, había caído precisamente a través de la corriente.
Dio gracias a Dios por haber respondido su oración. Creyó que había visto un milagro. Pero, ¿qué habría sucedido si hubiese contado esta historia a un grupo de incrédulos? Probablemente le habrían dicho que la caída del árbol era un acontecimiento natural, y que el momento en que cayó fue una mera coincidencia.
Estoy convencido de que la caída de este árbol fue una respuesta a la oración. Dios responde nuestras peticiones a menudo de una manera que sólo los que tienen perspicacia espiritual pueden ver su mano.
Considera a Nehemías. De pie delante del rey, oró silenciosamente. Poco después, dejó la presencia del monarca con todo lo que necesitaba para reconstruir las murallas de Jerusalén y ayudar a los judíos que habían regresado allá.
Ningún milagro patente. Sólo que el rey estaba sorprendentemente dispuesto a ayudar y lleno de generosidad. ¿Quién influyó sobre él? Dios. ¿Por qué? porque Nehemías oró.
Dios da la respuesta a nuestras oraciones. Así que, ¡sigue orando!
LA ORACION MUEVE LA MANO QUE MUEVE EL MUNDO.