El 27 de enero de 1903, un incendio ocurrió en un manicomio en Londres. De los 300 pacientes, 50 perecieron y 250 tuvieron que ser literalmente arrebatados de las llamas. Mientras se llevaba acabo la misión de rescate, estas pobres criaturas se comportaron de tal forma como para hacernos pensar cuan locamente se comportan los inconversos cuando tratamos de anunciarles el evangelio con denuedo. Se reportó que…
Algunos se rieron al oír la mención de fuego. Solo los necios pueden reírse de una calamidad como esta. Los necios se mofan del pecado. Solo los que son moralmente insensatos se atreverían a tomar en leve la lumbre del pecado.
Algunos dijeron que no querían dejar su cama en la noche para salir. No querían abandonar su estado cómodo presente, aun para salvar sus propias vidas. Hay muchos así, que prefieren los placeres de un estado condenado que el gozo de la salvación. Su demencia es evidente en la decisión que han hecho.
Algunos se escondieron del fuego debajo de su cama. En su refugio de mentiras, decían, «Paz, paz, cuando no había paz». Solo un necio puede suponer que un lecho de comodidad e indiferencia es una protección contra un fuego consumidor. Esté seguro, tal como el fuego, que su pecado le alcanzará.
Algunos culpaban al grupo de rescate por el fuego. Se les culpó de intentar quemarlos vivos. Uno pensaría, de la forma en que la gente habla, que los predicadores son los creadores del infierno, los que perturban la paz, por intentar convencer a los hombres de su pecado e intentar rescatarlos de su condición perdida.
Muchos pelearon con el grupo de rescate, mordiéndoles y arrancando pelos. ¡Qué figura tan insólita! ¡Que prueba tan triste de su locura peleando contra ellos que se sacrificaban a sí mismo por su liberación!
Algunos tocaban una puerta cerrada deseando escapar, pero ya era tarde. Que forma tan terrible para despertar y llegar a sus sentidos encontrándose prisioneros en un fuego consumidor. Los que rehúsan ser arrebatados del fuego perecerán en ella. ¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? (Heb. 2:3).
Cada hombre y mujer sana fue rescatado. El tiempo es corto; la condenación del inconverso es cierta; la obra es grande y urgente; cualquier otro interés es de poco valor; lo principal es la salvación de las almas. Todo cristiano sano se asegura que su obra principal consiste en arrebatar las almas del fuego. ¿Lo estás haciendo?
A otros salvad, arrebatándolos del fuego… Judas 23