El ritual del Día de la Expiación, descrito en Levítico 16, incluye la presentación de dos machos cabríos ante el Señor. Uno es sacrificado como ofrenda por el pecado, mientras que el otro, llamado «chivo expiatorio», es enviado al desierto «para Azazel». Este ritual ha dado lugar a múltiples interpretaciones y ha sido fuente de mitos y leyendas, especialmente en torno a la identidad de Azazel.
El nombre “Azazel” aparece en algunas mitologías judías, aunque no se menciona como tal en el texto bíblico. Según el Libro de Enoc, el Libro de los Gigantes, y otros textos pseudoepigráficos, Azazel es el nombre de uno de los ángeles caídos que pecaron en el capítulo 6 de Génesis. Estos relatos sugieren que Azazel, como castigo por su rebelión, fue forzado a tomar la forma de un demonio semejante a un macho cabrío, un ser maldito y exiliado al desierto. Sin embargo, estas historias son mitos que no están registrados en la Biblia y, aunque han influido en la interpretación popular, no forman parte del canon bíblico.
En la mitología y la tradición extrabíblica, Azazel es visto como un demonio o espíritu maligno que enseñó a los hombres artes prohibidas, como la guerra y la hechicería. Su figura se asocia con el desierto, un lugar de aislamiento y desolación, donde se creía que los espíritus malignos residían. Estas leyendas han dado lugar a la creencia errónea de que el chivo expiatorio era una especie de ofrenda a este ser demoníaco para apaciguarlo o mantenerlo alejado del pueblo de Israel.
Sin embargo, esta interpretación es incorrecta y no tiene fundamento en la Escritura. La Biblia no presenta a Azazel como un demonio ni como un ser que debía ser apaciguado. El envío del chivo expiatorio al desierto «para Azazel» no era un sacrificio a un demonio, sino un acto simbólico de trasladar los pecados de Israel fuera del campamento, representando su completa remoción y el alejamiento del pecado.
Es importante destacar que, independientemente de la identidad de Azazel, la Biblia enfatiza la suficiencia y la completitud del sacrificio de Cristo. El ritual del chivo expiatorio prefiguraba la obra redentora de Cristo, quien llevó sobre sí mismo los pecados de la humanidad y los alejó, reconciliándonos con Dios. En Cristo, encontramos el verdadero chivo expiatorio, quien no solo remueve nuestros pecados, sino que también nos ofrece una restauración completa con el Padre.
Por lo tanto, las leyendas y mitos en torno a Azazel y el chivo expiatorio, aunque interesantes desde una perspectiva histórica y cultural, no deben desviar nuestra atención del verdadero significado del sacrificio en el Día de la Expiación. La Escritura nos llama a ver más allá de los simbolismos y las tradiciones para reconocer la obra completa y suficiente de Cristo, quien es el único mediador y expiación perfecta por nuestros pecados.