Recuerdo aquellos años en que solía ser una «cristiana yo-yo», como suelo llamarlo. Siempre tenía altibajos. Si mi esposo Dave hacía lo que yo quería, entonces me sentía feliz.
Pero si hacía lo que yo no quería, entonces enloquecía. Me dejaba llevar por mis emociones, en lugar de permitir que obrara el Espíritu Santo en mí.
Más que cualquier otra cosa, los creyentes me dicen cómo se sienten: «Siento que nadie me ama», o «siento que mi cónyuge no me trata bien», «siento que jamás seré feliz» «siento siento siento», es algo continuo.
Dios quiere que maduremos y sepamos que nuestras emociones no desaparecerán, por lo que debemos aprender a manejarlas y dominarlas en lugar de permitir que nos dominen.
Tenemos que ejercer el auto dominio y decirle a nuestra carne que esté en línea con lo que está bien, en lugar de con lo que desea.
Debemos persuadirnos a nosotros mismos de que no podremos decir todo lo que queremos decir, comer todo lo que queremos comer, quedarnos despiertos todo el tiempo que queramos, o levantarnos cuando se nos plazca.
Por el poder del Espíritu Santo, El nos ayudará a dejar de vivir según nuestras emociones, nos enseñará a ser estables.
Como cristianos, en lugar de concentrarnos en como nos sentimos, debemos concentrarnos en lo que sabemos que es verdadero, según nos enseña la Palabra de Dios.