Una vecina furiosa telefoneó a una recién convertida y le soltó un torrente violento de quejas acerca de su hija por flores pisoteadas, una ventana rota y otras cosas. Cuando la vecina se detuvo para tomar aire, la creyente le preguntó si quería pasar por su casa para seguir hablando del asunto.
Para cuando llegó la vecina, la mesa estaba dispuesta con café y pasteles.
– Oh, lo siento, veo que tienes visitas -le dijo-
– No, -respondió la creyente- Pensé que tal vez podríamos tomar un café mientras hablábamos de mi hija.
Entonces dio gracias por la comida y le pidió a Dios sabiduría. Cuando abrió los ojos, la vecina estaba llorando.
– No es tu hija, es la mía, -dijo entre sollozos- No sé por qué me enfadé contigo. ¡Simplemente es que no puedo más ni con mis hijos, ni con mi marido, ni con mi hogar!
Tan pronto como la vecina admitió esto, la joven creyente comenzó a compartir con ella el evangelio, y en seis semanas aquella vecina y su familia habían nacido de nuvo.
Moraleja:
Cuán ciertas resultan ser las palabras del Apóstol Pablo cuando dice:
«No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.» Romanos 12:21
Si está en tus posibilidades apaciguar el fuego de manera pacífica eres bienaventurado.