C. H. Spurgeon una vez visitó a un granjero que tenía sobre su casa una flecha que marcaba la dirección del viento. En esa flecha estaban inscritas las palabras: “Dios es amor”.
Spurgeon le preguntó al campesino:
– Oiga y ¿por qué puso “Dios es amor” en la flecha? ¿Estás diciendo que el amor de Dios es cambiante, así como el viento?
– No, para nada -respondió el campesino- Ese no es el significado. El
significado, es que no importa de dónde venga el viento, Dios es amor.
Este campesino supo que el amor de Dios no cambia con las circunstancias que nos rodean. El amor de Dios es un amor inmutable, tan inmutable como Dios mismo.