El Acrópolis de Sardis era una fortaleza en lo alto del monte Tmolos, protegida por muros altos, y se creía que era invulnerable. Cuando Ciro lo estaba sitiando, ofreció una recompensa especial al que encontrara la forma de entrar en ella.
Un día, un soldado de nombre Hieroeades, estaba vigilando la fortaleza y alguien, posiblemente un guardia apostado en la muralla, dejó caer accidentalmente su casco. Entonces el soldado atacante vio cuál vereda siguió el guardia que había bajado de la guarnición para recuperar el casco, el sendero oculto había sido descubierto por el descuido de este guardia. Esa misma noche, Hieroeades guió a un grupo de soldados por los acantilados. Cuando alcanzaron la cima, la encontraron débilmente protegida, de modo que entraron y capturaron la ciudadela que se suponía inexpugnable.
Así Sardes, o Sardis, la capital del imperio Lidio, la capital del famoso Creso, rey del lujo y el esplendor, de la riqueza y el poder fue capturada.
Cuan a menudo sucumbimos ante la tentación debido a que nos descuidamos espiritualmente, dejamos de estudiar la Biblia, de orar, de congregarnos, de evangelizar y poco a poco entramos en un nivel de desidia terrible y lo convertimos en un mal hábito y en menos de lo que nos damos cuenta estamos rendidos ante el pecado.
No descuides tu vida espiritual, tu relación con Dios, mantente alerta y examina constantemente tus caminos porque si el enemigo descubre tu punto débil (tu entrada secreta) serás presa fácil para el devorador.
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” 1 Pedro 5:8