Frecuentemente decimos: «¡Oh, yo amo al Señor porque me ha dado una maravillosa familia!»
O, «Amo al Señor por el hermoso día que nos ha dado.» Llamamos a esta clase de amor, el amor «porque», y esta clase de amor puede ser amenazadora. ¿Cómo puede serlo? Bueno, piénselo. ¿Qué si una mujer le dice a su marido: «Cariño, te amo porque eres rico.»? Luego él pierde su salud y la habilidad de ganarse el ingreso familiar. ¿Qué, si un hombre le dice a su esposa: «Te amo porque eres una gran cocinera.»? De pronto, ella pierde su habilidad para cocinar. Estas expresiones serían amenazas para el futuro del amor del uno por el otro, y dirían: «Bueno, ya que no puedo seguir haciendo esto o aquello, he perdido su amor.» Hay mucha gente que ama a Dios de esa manera. Le aman tanto y en cuanto Dios les siga bendiciendo.
«Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación» (Habacuc 3:17-18).
Lea Job 1:20-22, 40:3-5, 42:1-6. ¿Seguiría usted amando a Dios si le quitara su familia, su casa, su salud? Si usted piensa que no, ¿qué pasos va usted a dar para amar a Dios, sin importar las circunstancias por las cuales pueda pasar?