El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, inclinando su rostro y tocando las puntas de las ramas con ambas manos hizo una pequeña oración.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
-«Oh, ese es mi árbol de problemas», contestó. «Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura:
Los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente simbólicamente los cuelgo en el árbol cada noche y se los entrego a Dios en mi oración. Luego en la mañana los recojo nuevamente».
«Lo divertido es», dijo sonriendo, «que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior».
La Biblia dice en Mateo 11:28 «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.», ven al Señor, él te dará descanso.