Una historia verídica que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.
Un hombre súmamente rico, tenía un hijo (el único), y este en un arrebato de locura fue y se inscribió en el ejército para luchar, su padre hizo lo imposible por sacarlo puesto que no quería que él muriera. Hizo muchos intentos por sacarlo, sin embargo su hijo se fue al ejército.
En el ejército, el joven hijo del rico hizo un bonita amistad con otro soldado. En una ocasión cuando estaban aburridos porque no había lucha en ese momento, el amigo del hijo del rico le dijo:
– Mira, yo no sé dibujar muy bien pero encontré esta hoja (una hoja medio café, no muy buena), tengo un lápiz y quisiera dibujarte.
Como no sabía dibujar, dibujaba de repente una oreja muy larga, una nariz también alargada, y entre borrando y volviendo a dibujar, más o menos le salió la cara de su amigo. Unos días después el hijo del hombre rico cayó abatido en guerra y murió.
Cuando su amigo volvió de la guerra en navidad, pasó a visitar al papá de su amigo que no vivían muy lejos de su pueblo. Platicando con él, le contó las experiencias que tuvo con su hijo ya fallecido. Estuvo presente en el momento que falleció. Pero al irse, le dejó el dibujo que hizo de su amigo, aunque era un dibujo simple, no profesional, el papá lo aceptó diciendo: le voy a poner un marco, muchas gracias, esto es de mucho valor para mi.
Pasaron los años y este señor murió. Era un hombre muy rico y coleccionaba arte como pinturas de Rembrandt y otros artistas muy famosos. Cuando él murió en su testamento mandó hacer una subasta para que vendieran todo lo que él tenía. Llegaron coleccionistas de toda Europa. Los de la subasta dijeron:
– Primero tenemos que vender este cuadro porque fueron las indicaciones del dueño.
Pero nadie lo quería comprar porque era obvio que no tenían ningún valor artístico, hasta que un vecino que sí había conocido a este joven, lo compró en un precio muy barato.
El encargadode la subasta dijo: