Se cuenta de una familia cuyos padres eran fieles en su servicio a Dios y criaron a sus hijos en el temor al Señor y la obediencia a los preceptos Bíblicos, tal como cada uno de nosotros actualmente lo hace. Sin embargo, el hijo mayor, de mas de 15 años, un día fue a sus padres y les comentó que estaba cansado de ir a la iglesia cada domingo y de reunirse con jóvenes aburridos que no apreciaban la vida tal y como el la veía, y que prefería reunirse con los jóvenes de su escuela que se divertían a lo grande en fiestas, reuniones y días de campo, etc., etc…es más, que quería ser como los demás jóvenes «normales» que a su edad ya Vivian fuera del hogar y hacían lo que deseaban sin dar cuenta a nadie. En ese momento los padres sintieron una gran tristeza y desilusión, la cual creció cuando su hijo, el mayor, su orgullo, se va del hogar. Por un tiempo le siguieron el rastro, ya que a través de amistades y conocidos sabían sobre él, pero llegó el momento en que desapareció y no se supo nada acerca de su paradero.
Después de varios años de no saber sobre su hijo y con una gran tristeza acumulada, a pesar de tener a sus otros hijos con ellos, porque aunque tengas a tus demás hijos cerca, si te falta uno, te roba la felicidad y la paz de tu vida, recibieron una carta !era de su hijo!, daban gracias a Dios porque estaba vivo. En ella, su hijo les menciona que actualmente esta bien, que incluso tiene ya una familia, con esposa e hijos, que ha tenido muchos tropiezos, que ha comprendido la falta que le hicieron sus padres en su crecimiento y maduración, y que ahora como padre que el es, entiende lo mucho que debieron sufrir por su partida, y que le ha sido muy difícil enviar esta carta, porque no sabe si algún día le perdonarán el que los haya abandonado y el sufrimiento que les causó. Les comenta que desea verlos y estrecharlos, mostrarles a su familia, pero les dice también que si no desean perdonarlo, el los entiende y que bien merecido se lo tiene.
Es oportuno mencionar, que de la casa de los padres podían verse la vías del tren, el cual pasaba cerca de ahí, por lo cual este hijo les escribe a sus padres que él y su familia pasarán en el tren y que al estar abordo de el, les mostrara a sus hijos y esposa el hogar donde creció y que no debió nunca de abandonar. Al final de la carta les menciona también que si lo perdonaran, pusieran en el árbol del frente de su casa un moño blanco y que el, al ver desde el tren esta señal, pudieran bajarse y atreverse a llegar a su casa para abrazar a «sus viejos» y hermanos. Cual seria su sorpresa que al pasar no vio un pequeño moño blanco, sino una grande, muy grande, sabana blanca que cubría por completo el árbol, la cual sus padres habían puesto para que supiera el tamaño de su perdón y lo mucho que siempre lo han amado, ya que para ellos siempre ha estado perdonado, por la sencilla razón de que nunca ha dejado de ser su hijo.
Hermanos, a veces pensamos y actuamos como si Dios nunca nos perdonara, el haber desperdiciado tanto tiempo de nuestra vida, malgastando los talentos que el nos ha dado, el poco interés que hemos mostrado en las cosas espirituales y en la santidad de nuestras vida, creemos que ya es demasiado tarde para empezar de nuevo a relacionarnos con Dios de la manera como el quiere, como nuestro primer amor que debe ser, el numero uno.
Al igual que en la ilustración anterior, es más, en mayor proporción por su infinito amor y misericordia, Dios nos espera para que hagamos aquellas cosas que el preparó de antemano para que anduviésemos en ellas, para conformarnos a la imagen de su Hijo.
No se que pruebas difíciles hayas pasado en tu vida, pero Dios esta donde mismo, esperándote, para usar tu vida de tal manera que puedas decir que es realmente abundante, con sentido. Pienses lo que pienses, Dios te ha dado mucho y debes compartirlo con los demás, el cuerpo de Cristo, nuestra Iglesia Bautista de Monterrey, te necesita para el trabajo que se le ha encomendado, nadie sobra, todos son necesarios, tu tienes talentos especiales y hay mucha gente a la que solo tu puedes llegar, todos te amamos, te animo a que redediquemos nuestra vida, que sintamos el mismo fervor de servir como cuando en un momento de nuestra vida dijimos «Señor Jesús, entra a mi corazón, haz de mi vida lo que quieras, tuyo soy y yo te sigo». Hermanos, la mies es mucha y los obreros pocos.
<