Este era un rey muy rico y poderoso grande en riquezas y aun mas tenía un siervo el cual estaba tan entregado al servicio de su rey que no había cosa que se le encomendara que este siervo no lograra cumplirla el rey lo probó echando una aguja en medio del bosque y luego lo envió a buscarla y aunque parezca increíble el siervo volvió con la aguja.
El rey quedo tan maravillado que decidió pedirle algo grande y llamándolo le dijo:
– Ahora he visto que todo logras debes traerme pues algo que cuando este triste me contente y algo que cuando este alegre me entristezca.
De este modo salió el siervo y anduvo mucho sin lograr nada así que decidió volver y sentado a la entrada de su ciudad empezó a llorar. Había allí un niño que jugaba con unas maderitas en el piso y mirándolo le pregunto el por qué de su llanto. El hombre decidió contárselo y el niño le dijo no se preocupe, tome esto y le dio un palito; el hombre miro la escritura que había en el y su rostro estallo de alegría, así que agradeciendo al niño entro al reino donde encontró al rey feliz contando el dinero de los tributos del pueblo y le dijo:
– Rey traje lo que me pidió -el rey dijo-:
– ¿Así, y qué me trajiste?
Enseguida el siervo dio la maderita escrita al rey el cual después de leerla se rompió en llanto…. Los que estaban con el rey se acercaron a leer también y no entendieron el por qué del llanto pues la madera solo decía: «esto también pasara»…
(No os afanéis por el día de mañana…Mateo 6:34)