Existe una fábula acerca de la manera en como los pájaros adquirieron las alas. Al principio fueron formados sin alas, entonces Dios hizo las alas y las puso delante de los pájaros, que carecían de ellas, diciéndoles: «Venid, tomad estas cargas y llevadlas». Los pájaros tenían un plumaje precioso y sus trinos eran melodiosos, podían cantar y sus plumas brillaban en la claridad del sol, pero no podían alzarse en el aire.
Al principio vacilaron cuando se les mandó llevar las cargas que había junto a sus pies, pero pronto y sin saber porque obedecieron. Cogieron las cargas con sus picos, y las colocaron en sus espaldas para llevarlas.
Durante un tiempo la carga parecía pesada y dura de llevar, pero no transcurrió mucho en que, llevando sus cargas y desplegándolas sobre sus corazones, las alas crecieron de prisa en sus cuerpecitos, y de pronto descubrieron la manera de usarlas y se elevaron en el aire por medio de ellas. Las cargas se convirtieron en alas.
Es una parábola que podemos aplicar a nuestra vida Nosotros somos los pájaros sin alas y nuestros obstáculos y problemas son las alas con las que conseguiremos elevarnos y surcar la inmensidad del cielo, como personas plemente dueñas de su vida.
Miramos a nuestras dificultades y pesadas cargas y nos asustan, pero cuando las levantamos y atamos sobre nuestros corzones se convierten en alas y con ellas nos elevamos y remontamos hacia Dios.
No existe carga que, si la levantamos con alegría y la llevamos con amor en nuestros corazones, no se convierta en una bendición para nosotros. Dios dice que nuestras tareas son nuestras ayudadoras. Rehusar el inclinar nuestras espaldas para recibir una carga es rechazar una nueva oportunidad para progresar.
Fuente: Manantiales en el desierto.