El teólogo británico C. S. Lewis describió hace cincuenta años la felicidad en términos que incluso tienen más sentido hoy día en nuestra sociedad en movimiento.
Un automóvil está diseñado para funcionar con petróleo [gasolina], y no funcionaría adecuadamente con nada más. Pues bien, Dios diseñó la máquina humana para que funcionara en él mismo.
Dios es el combustible para nuestro espíritu; el alimento con el que se alimenta nuestro espíritu. No existe otro.
Por eso simplemente no es bueno pedir a Dios que nos haga felices a nuestra manera sin preocuparnos de la religión. Dios no puede darnos felicidad y paz si estamos alejados de él, porque ni la felicidad ni la paz están fuera de Dios.