El permaneció hindú hasta el final de su vida. Adoraba a Cristo como una de las encarnaciones de Dios, no como la única. Nunca dio el paso final para hacerse cristiano. En una autobiografía que se publicó en la India, él dice que en sus días de estudiante se impresionó mucho al leer los evangelios, y que pensó seriamente en bautizarse y ser miembro de una iglesia cristiana. Pensaba que en el cristianismo estaba la solución a los prejuicios raciales y a las diferencias de casta que afectan a la India y al África del Sur. Un domingo por la mañana, Gandhi fue a una iglesia cristiana que estaba cerca, y tenía el propósito de hablar con el pastor al terminar el culto, para hacerse cristiano. Cuando entró en el templo, la comisión de recepción se negó a proporcionarle un asiento, y le sugirió que fuera a una iglesia de los negros. Gandhi salió de aquel templo para no volver más. «Si también los cristianos tienen diferencias de clase», pensó, «permaneceré siendo hindú, y desde allí atacaré el mal.»
Un gesto nuestro, un descuido nuestro o peor aún un maltrato nuestro podría ser el objeto de rechazo de una persona hacía el evangelio.
¿Estamos dando un buen testimonio en el trabajo, la escuela, la Universidad o aún en la Iglesia? Muchos Gandhis aún están en el mundo imposibilitados de conocer al Señor por nuestras conductas incorrectas.