Esta pregunta, por supuesto, apunta al tipo de diversión que el mundo considera como tal, es decir, a participar en fiestas, sean cuales sean sus características.
¿Cuál es el sentido que tienen las fiestas en el mundo? Las fiestas tienen como objetivo hacer olvidar por un rato la desorientación y el vacío de sus pobres vidas. Las fiestas representan para ellos un pequeño oasis en medio del gran desierto que es el mundo. Su alma agobiada, cargada, encuentra por algunos momentos un pequeño alivio (¡tan pobre!). Por un momento, decimos, porque después de pasado el éxtasis, el jolgorio, queda la situación peor que antes. El vacío es más intenso, la degradación mayor. ¿Cuántos instintos asomaron allí, cuántos bajos impulsos? Todos los gozos que ofrece el mundo son como los efectos de una droga: pasajeros, crean adicción, y sumen a la persona en la miseria moral.
Un hijo de Dios tiene, en cambio, un gozo permanente adentro, un caudal de vida, de paz, inagotable. Cristo en el corazón es la satisfacción más plena, y su efecto es perdurable; sus alcances, absolutos.
Un hijo de Dios ha escapado del mundo y de su sistema. Ellos tratarán de atraerte de nuevo. Y, como el apóstol Pedro dice: «A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución» (I Pedro 4:4). A ellos les parecerá extraño, porque no tienen la vida de Dios. ¿Cómo podrían entender? Y como consecuencia, tal vez, algunos se burlen, y otros os ofendan. Pedro continúa: «Pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.» (4:5).
La diversión de un joven es departir sanamente con otros jóvenes cristianos. Esto produce una verdadera comunión y crea vínculos que no desaparecen con una «fiesta». Luego, la diversión no está ajena en la vida de un joven cristiano. Es el cumplimiento de la promesa del Señor: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.»
La vida de Cristo vivida en comunión con otros, llena todas las expectativas del alma.