Un obrero evangélico estaba hablando con una mujer, la cual dijo que quería creer en Jesús pero que no sabía cómo.
– “¿Desde cuándo es usted la Sra. de Smith?”, preguntó el obrero.
– “¿Porqué?”, replicó ella. “Desde que me casé con el Sr. Smith”.– “¿Cómo llegó a ser usted la Sra. De Smith?”
– “Bueno, cuando el pastor dijo: ¿Quieres a este hombre como esposo?”
– “Usted dijo”, interrumpió el obrero, “ya veré, o eso espero, o lo pensaré”.
– “¡Por supuesto que no!”, exclamó ella. “Dije: Sí, quiero”.
– “Sra. Smith, Dios le está preguntando: ¿Quieres tomar a mi hijo como tu Salvador?”
– “¡Sí, quiero!”, exclamó con alivio. “¿Eso es todo? Qué tonta he sido de no haberlo hecho antes. Sí, acepto a Jesús como mi Salvador personal.”
La fe es un acto de la voluntad para recibir a Cristo. De cualquier modo, esto envuelve más que una mera creencia intelectual en Jesús como hijo de Dios y su muerte por nuestros pecados. La Biblia nos cuenta que los demonios creen en Dios y tiemblan (Santiago 2:19). ¡Bien pueden temblar, porque quién conoce mejor que Satanás la realidad de Dios y la certeza de su castigo!
Pablo dijo: “Porque por gracia sois todos salvos, a través de la fe, y esto no es de vosotros, sino un regalo de Dios” (Efesios 2:8). “Fe… es una palabra que usamos para describir una relación con Dios como con una persona bien conocida. Cuanto mejor lo conocemos, mejor puede funcionar esta relación. Fe implica una actitud de amor, confianza y profunda admiración hacia Dios. Significa tener suficiente confianza en Él, basada en algo más que evidencias reveladas. Confianza que lleva a la voluntad de aceptar cualquier cosa que Él diga, lo que él ofrezca, y cumplir cualquier cosa que Él desee (sin reservas) por el resto de la Eternidad. Cualquiera que tenga esta clase de fe se asegura perfectamente la salvación. La fe es el único requisito para el cielo” (¿Se puede confiar en Dios? Por A. Graham Maxwell, pág. 46).