El catorce de Noviembre de 1973, la princesa Ana Elisabeth Alicia Luisa se casó con el capitán Marco Antonio Pedro Felipe en la histórica abadía de Westminster en Londres. A pesar de que el capitán Felipe nació en un hogar común, llegó a ser un miembro pleno de la familia real. Él permanecía ahora en una nueva relación, el pasado fue puesto a un lado. Muchos probablemente se rieron mientras le escuchaban pronunciar que la dotaba con todos sus bienes materiales. ¡Qué podía él darle a ella! Aun así, él prometió dar lo poco que tenía a aquella con la que se había comprometido a permanecer toda su vida. Y ella, a cambio, le prometió su entera fortuna y bienes terrenales para suplir sus necesidades a través de los años venideros.
Lo mismo sucede en nuestra relación con nuestro Señor Jesús. Cuando llegamos a ser sus hijos adoptivos, todo lo que Él llega a ser es nuestro, y todo lo que tenemos y somos es suyo. Es la calidad de la relación lo que importa, no la cantidad o lo que tengamos que ofrecer. (Adaptado de “Todo lo que el Rey quiere es—” por Marjorie Collins, en Eternity magazine, 1974.)