Cierta vez, cuando yo estaba en la China, entré en una ciudad, y una gran muchedumbre me cerraba el paso. Miré para ver lo que acontecía y vi que estaban apedreando a un hombre; como no podía pasar, tuve que presenciar aquella escena. Estaban matando a un hombre arrojándole piedras en la cabeza, en el pecho y las piernas, y despedazaban aquel cuerpo arrancándole la carne. Mientras mataban a ese hombre mucha gente miraba y las mujeres se reían.
Esto quebrantó mi corazón; yo nunca había visto tal cosa.
Algunos decían que el apedreado era un ladrón; pero ninguno sabía si era cierto. Y mientras corría sangre humana la gente se reía.
Esto es lo que hicieron al pie de la cruz: cuando el gloriosos Príncipe del cielo estaba muriendo, los seres humanos reían. ¿Y el mundo ha cambiado? ¡No! Los hombres, el mundo, están burlándose y todavía escupen y escarnecen el sacrificio de Cristo, burlándose de su sangre preciosa. Cristo estaba colgado en la cruz y el mundo reía al pie de ella. — Lester Sumrall, en El Embajador.