Después de un naufragio en una terrible tempestad, un marino pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, y allí permaneció durante muchas horas.
Cuando al fin pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:
–¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?.
–Sí contestó el náufrago–, la verdad es que temblaba mucho; pero… ¡la roca no…! Y esto fue lo que me salvó.
Es Jesús nuestra Roca, aunque se levanten tempestades y todo tipo de ataques contra mi, en la Roca yo estoy seguro.