Cierta oportunidad, el pequeño hijo le preguntaba a su padre:
-Papá… ¿Qué es la fe?
Para explicárselo, el papá trajo al niño hasta la boca del sótano de la casa. Bajó la pequeña escalera de madera y dejó al niño arriba. El podía verlo desde abajo, no así el pequeño, que sólo veía una abertura oscura ante sí.
-¿Estás listo, hijo? Preguntó.
-Sí, papá… pero no entiendo…
Desde la oscuridad del sótano, el papá le dijo al niño
-¡Salta hijo!
-¿Qué…? El niño estaba aterrorizado. No podía creer que su padre le estuviera diciendo que simplemente diera un salto al vacío.
-Tú no me puedes ver, pero yo sí hijo. No tengas miedo. Estoy aquí para atraparte entre mis brazos. No permitiré que caigas ni te golpees.
Después de unos instantes de vacilación y dudas, el niño saltó por la oscura abertura del sótano. Rápidamente se sintió aliviado y a salvo entre los fuertes y amorosos brazos de su padre. Había aprendido una lección formidable que ya no podría olvidar por el resto de su vida.
Muchas veces la vida nos pone en una encrucijada en la que no nos queda otra opción que avanzar y dar ese “salto al vacío”. Ante nosotros sólo hay oscuridad e incertidumbre. Es cuando fiados en nuestro Papá Dios damos ese salto en la certeza y confianza de que El nos sostendrá.
Porque yo, el SEÑOR, [soy] tu Dios, que te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudaré. (Isaías 41:13 RV2000)
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1 RV60)
Autor: Luis Caccia Guerra