A través de los siglos desde el tiempo de Esteban, el primer mártir, se cuentan por miles los hombres que no estimaron su vida preciosa para sí mismos, sino que han sacrificado todo para la gloria de Dios. Uno de ellos es Baltasar Hubmaier, que era maestro de Teología y predicador en la catedral de Ratisbona. Cuando dejó la iglesia católica empezó la persecución para él. Por un tiempo estuvo en armonía con Zwinglio; pero en su estudio de la Biblia llegó a ser bautista y entonces no solamente fue perseguido por los católicos sino también por los swinglianos, y por meses quedó en la prisión por orden de la Inquisición y sufrió terriblemente.
La inquisición había empleado todas las torturas para hacer que se retractara, y fue puesto en libertad cuando se pensó que él estaba casi a punto de morir.
Hubmaier fue de Zurich a Moravia, donde obtuvo un gran éxito en el trabajo; pero el emperador no pudo soportar la idea del avance de los bautistas y por su orden Hubmaier fue aprehendido y llevado a Viena. En marzo de 1528 el gran héroe de la fe fue decapitado y su cuerpo quemado.