Una historia verídica. Un día, un hombre en los Estados Unidos quería cruzar un río, esto era en los tiempos en que los Estados Unidos se estaba constituyendo como nación. Al llegar al río, no podía cruzarlo porque las lluvias habían crecido y no tenía cabalgadura. Pero en eso, llegaron varios hombres a caballo, ahora él no sabía quiénes eran estos hombres, pero los miró y a uno de ellos le preguntó si lo llevaría de una ribera a la otra. Este hombre respondió: Por supuesto, con mucho gusto, suba. Así, se subió y cruzó, pero al bajarse del caballo, un hombre que estaba en otro caballo se le acercó y le preguntó:
– Oiga ¿por qué se atrevió a pedirle al presidente de los Estados Unidos, George Washington, un aventón para que lo cruzara de un lado a otro? Y él le respondió:
– ¿él es el presidente?
– Sí, respondió el otro. Al que usted le pidió y que lo llevó de un lado a otro es el presidente de los Estados Unidos. -El hombre dijo:
– ¡No tenía idea!
– ¿Y por qué le solicitó a él y no a uno de nosotros?
– Bueno, es que miré a la cara de cada uno, y en la cara de este señor veía un “sí”, sólo al verle el rostro creí que él me diría que “sí”.
MORALEJA
La gracia de Dios transforma hasta nuestro rostro de adentro para fuera, no de afuera para adentro. La gracia de Dios cambia nuestro semblante ¿y de qué forma lo cambia? Cuando los publicanos y los pecadores veían el rostro de Jesús, ¿saben lo que veían? Veían un “sí”, veían una aceptación, no les daba la espalda. Muy probablemente, cuando Jesús veía un publicano le decía: Buenos días, espero que la paz del Señor esté contigo hoy día, y ese publicano pensaba: me trata igual que a los demás. Había una aceptación que se notaba en su rostro, de tal forma que el publicano decía: esta persona realmente me ama.
¿Qué es lo que ve el mundo en su rostro?
Extraído del libro: Viviendo en el Poder del Evangelio de Jerry Cross